lunes, 16 de abril de 2012

Celestina Lang , en París


Llegué a París un domingo de invierno a las once de la mañana. El viaje había sido largo, pero no estaba cansada. La ansiedad podía más que las tantas horas de viaje y el cambio de horario.
Caminé con mis valijas por el enorme aeropuerto Charles de Gaulle en busca del RER que iba a llevarme a mi nuevo hogar, y me dispuse a saltar a la aventura. Me esperaba un mes en la, según me habían dicho, ciudad más hermosa del mundo, a la que llegaba sin conocer demasiado el idioma y las costumbres, y en soledad.
Mi pequeño departamento quedaba en el Barrio Latino, a unos metros del río Sena y de Notre Dame, casi frente a la Place Maubert, en un edificio viejísimo situado en una calle angosta, la Rue de Maître Albert.
Empecé mi estancia recorriendo un poco el lugar. Necesitaba habituarme a nuevos ruidos, olores, calles serpenteantes que terminan en cualquier lado (menos en el que deberían), y extraños, con algunos de los cuales iba a tener que comunicarme. Un poco intimidada primero, poco a poco fui viendo que no era una misión complicada hacer las compras para llenar la heladera, preguntar alguna dirección, intercambiar los saludos de rigor con el vecino del edificio e, incluso, solicitarle ayuda en lenguaje de señas, ante un pequeño contratiempo con la llave del departamento.
La primer semana, de turista à plein temps, visité varios de los lugares de rigor. Como hizo buen tiempo, caminé bastante. París no es tan grande, y estando cerca del centro, es posible, con ganas y buena voluntad, llegar caminando hacia muchos de sus sitios populares. Además, el paseo así, realmente vale la pena. Para visitar los lugares más alejados, se puede recurrir al metro, al RER o a los colectivos. El sistema de transporte está magníficamente organizado: hay indicaciones en varios idiomas, los mapas y las señales son perfectamente entendibles, y las combinaciones llegan a todos lados.
Después de gastar suelas por siete días, comenzaba mi vida de estudiante de francés en la Alliance. Mi rutina iniciaba temprano, ayudada en gran medida por el camión que pasa cada mañana limpiando las calles parisinas. Un buen desayuno y a estudiar. Más tarde, podía cruzar la calle y hacer algunas compras en el marché de la Place Maubert, o, simplemente, acercarme hasta la boulangerie y regalarme una riquísima croissant camino hacia la Alliance. Tres horas de clase, una visita al Franprix del barrio, o a la lavandería autoservicio, y vuelta a casa para la cena y para mi chateo familiar de cada día.
Por supuesto, también quedaba bastante tiempo para pasear. Y ahora podía contar con la compañía de algunos de mis compañeros de curso, lo que le agregaba a mis caminatas por París el plus interesante de conocer gente e historias de otros mundos.
Como suele suceder cuando uno la está pasando bien, el día número treinta apareció demasiado pronto, y, con bastante nostalgia anticipada, empecé mis preparativos para regresar. Armé nuevamente mis valijas, un poco más pesadas ahora con los libros y algunos souvenirs, dí mis últimas vueltas por el barrio, me despedí del vecino que me deseó bonne chance y, antes de darme cuenta, me encontré mirando por la ventanilla las calles de París en mi viaje hacia Orly.
Tal vez París sea la ciudad más linda del mundo. Tal vez no. No conozco tantas como para dar una opinión competente en ese sentido. Pero sí puedo decir, igual que Carol en “14me Arrondissement” de la película “Paris Je t´aime”, que es un lugar que enamora. Puede ser sentado al sol en pleno Luxemburgo, parado sobre uno de sus puentes mirando correr el Sena, esperando recibir el crèpe con nutella en alguno de los puestos callejeros, emocionado delante de un Van Gogh en Orsay, o conteniendo la respiración delante de la Torre Eiffel iluminada, cuando ese momento llega. Y así, como le ocurrió a la protagonista del film, en medio de un lugar desconocido, lejos del hogar y los afectos, aparece de pronto esa mezcla de felicidad y añoranza, un profundo sentimiento de estar vivos, que nos envuelve deteniendo el mundo por un instante. El instante preciso que comienza nuestra historia de amor con París.



2 comentarios:

dan scarfo dijo...

This article helps me a lot. Nice work!

francesgralpico dijo...

Très beau rapport d´une merveilleuse expérience. Félicitations. Lilia